Introducción

Tiendas, comercios y estanquillos en las colecciones Carlos Monsiváis

Las fotografías, estampas, esculturas, revistas, caricaturas y otras obras de arte, además de las publicaciones y documentos históricos que coleccionó Carlos Monsiváis a lo largo de más de cuarenta años, componen un abigarrado universo similar al que habita los estanquillos, esas pequeñas tiendas que en México florecieron en el siglo XIX, sobre todo después de la Independencia, cuando el comercio se desligó de la Corona Española. En los estanquillos comparten por igual el espacio del negocio, veladoras, maíz, jabón, leche, pan, petróleo y un sinfín de artículos de uso y consumo diario. De esta similitud nace el nombre del museo “El Estanquillo” que resguarda el acervo del cronista y ensayista, e igualmente de ella se inspira la presente exposición.

En esta muestra se aprecian diversos negocios mercantiles y situaciones sociales derivadas de la práctica comercial que se relacionan con las costumbres, deseos, aspiraciones, frustraciones y habilidades de los habitantes de las ciudades mexicanas para hacer frente a los avatares cotidianos. Estas piezas constituyeron, para Monsiváis, una parte de su tesoro personal, con el cual evocaba la historia de México y del que se nutrían los antecedentes de sus crónicas.

Algunos de los objetos que integran esta exposición fueron adquiridos en esas mañanas sabatinas en las que el escritor acostumbraba recorrer la Plaza del Ángel, ubicada en la Zona Rosa y conformada por más de 50 galerías de antigüedades. Otra parte sustanciosa de la muestra está constituida por obra de la poblana Teresa Nava. Respecto a ella, cabe mencionar que para las fechas en las que la artista tuvo contacto con Monsiváis, ya no se dedicaba a la factura de maquetas, pero el escritor le insistió tanto para que le hiciera una, que terminó por venderle 130 en un periodo de 16 años.

Los autores presentes en esta muestra fueron, de alguna manera, cronistas de su tiempo. Posiblemente este hecho hizo que Monsiváis se identificara con ellos y empezara a adquirir su trabajo para rescatar y preservar su memoria. Sobre las piezas de Teresa Nava, el cronista anotó: “Aquí no hay pintoresquismo alguno, sino un plan minucioso para salvar simbólicamente las costumbres que se han desvanecido, y darle un sitio a las escenas que es su momento pasaban inadvertidas”.

La diversidad de técnicas, estilos y soportes se hará patente en este montaje, en el que, además de las mencionadas maquetas, se podrán apreciar figuras de Teodoro Torres, miniaturas de Roberto Ruíz, fotografías de Antíoco Cruces, Manuel Álvarez Bravo, Hugo Brehme y Nacho López; caricaturas de Santiago Hernández, Constantino Escalante, Andrés Audiffred, Gabriel Vargas, Alberto Isaac, Eduardo del Río “Rius”;  ilustraciones de Hesiquio Iriarte, José María Villasana, Claudio Linati, Ernesto García Cabral y José Clemente Orozco; libros del siglo XIX, como la Historia Antigua de México de Francisco Javier Clavijero, El Gallo Pitagórico de Juan Bautista Morales y México y los Mexicanos de Carlos Sartorius, así como trabajos de relevancia histórica y artística de autores anónimos.

Los lugares y personajes representados en las obras de arte que componen esta exposición, están anclados en el imaginario colectivo de México. Ellos nos evocan frases, olores, sabores y texturas que día a día nos acompañan.

Así pues, como reza tan popular pregón: ¡Pásele marchante! Sean bienvenidos.