Un poeta visual entre el espacio exterior y el Circuito Interior
Manuel López Ahumada (D. F., 1956-CDMX, 2014) fue uno de los artistas más atípicos y originales del México de finales del siglo XX y principios del XXI.
Su trabajo abarcó distintos géneros: historieta, caricatura política, pintura al óleo y arte objeto, y en todos ellos destacó e hizo aportaciones significativas. Fue un renovador del cómic mexicano, un caricaturista de combate, un pintor neomexicanista y un artesano de iconos, pero sobre todo destacó por su capacidad de crear un universo estético propio.
Ahumada nació y se formó en un Distrito Federal que se desenvolvía entre la modernidad y el caos; en una sociedad que oscilaba entre las leyendas coloniales y la modernidad; entre la utopía política y la represión diazordacista; entre la crisis de la Escuela Mexicana de Pintura y la llegada de los cómics underground; entre Cri-Cri y King Crimson. Fue un cronista libre y atormentado, cuyos sueños se confundían con los delirios de una ciudad en constante expansión. Fue un producto del México profundo que vivía en los barrios y las colonias del Distrito Federal, pero que sabía ser cosmopolita. Fue un dibujante costumbrista alucinado. Donde los demás veían concreto, miseria y manchas de humedad, él veía ángeles, tragedias, leyendas y fantasmas.
Ahumada destacó como un gran poeta visual que, con humor y melancolía, supo enlazar universos tan distantes como el espacio exterior y el Circuito Interior.
Su especialidad fue la creación de mitos urbanos. Donde todo el mundo veía un taquero, él encontraba un asesino serial. Solía viajar en el Metro desde la estación Balderas hasta una estación espacial. Ahumada llevó a la Llorona a pasear por las calles de la colonia Narvarte y fue capaz de organizar el encuentro de Neil Armstrong con el Principito. Inventó al Chimino y le dio cuerpo al Cara de Memorándum, al Ánimas, al Chafirete Interplanetario, al Pachuco Cósmico, a la Rosita Tecate, a la Abuelita de Batman.
Desde 2014, el fantasma de Manuel deambula por las calles de la Ciudad de México al lado de sus creaciones. Si nos acercamos a las paredes de la urbe, podemos escuchar cómo platica con pachucos, musas, ángeles y teporochos.
Rafael Barajas, el Fisgón