Héctor García Cobo es uno de los fotógrafos fundamentales de México. Nació en el Distrito Federal, en el año de 1923, en plena reconstrucción nacional.
Su infancia transcurrió en una vecindad pobre de La Candelaria de los Patos (un barrio marginal cercano al centro de la Ciudad de México), y estuvo marcada por la pobreza, el abandono, el trabajo infantil y la aventura. Fue un niño vagabundo; cayó en el Tribunal de Menores, pasó por el Reformatorio y se fue de bracero a los Estados Unidos, donde
trabajó como lavaplatos, mesero, barrendero… A su regreso a México, en 1946, entró a trabajar como office boy en la revista Celuloide. El director de la publicación, Edmundo Valadés, le vio talento para la foto y lo mandó a estudiar al Instituto Cinematográfico Mexicano donde daba clases Manuel Álvarez Bravo. Allí, Héctor García aprendió
el oficio de la cámara y se convirtió en artista de la lente y fotorreportero profesional.
El auge de la carrera fotográfica de Héctor García coincide con la posguerra (1945-1980). En ese periodo se consolidó el Estado de Bienestar. México tuvo un crecimiento económico e industrial importante y la vida cotidiana de los mexicanos tuvo cambios notorios, sobre todo en la Ciudad de México. Sin embargo, este desarrollo fue desigual y estuvo marcado por fuertes contradicciones. Estas transiciones y contrastes fueron tema de películas, canciones, artículos periodísticos y fotorreportajes, así como de profundas reflexiones filosóficas.
En esos años floreció en la prensa de nuestro país el género de la crónica escrita y visual, con exponentes tan notables como Salvador Novo, Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis (en la narrativa), Héctor García, Nacho López y Rodrigo
Moya (en la fotografía), Alberto Beltrán y Abel Quezada (en la caricatura), Salvador Chava Flores (en el cancionero), Gilberto Martínez Solares y El Indio Fernández (en el cine) y Gabriel Vargas y Eduardo del Río Rius (en la historieta).
Con frecuencia, la crónica escrita necesita un apoyo visual, de modo que algunos de los grandes narradores de crónicas hicieron duplas con fotógrafos y dibujantes: Novo publicó e ilustró su libro México con fotografías de Rodrigo Moya,
Poniatowska hizo mancuerna con Alberto Beltrán en Todo empezó en Domingo y Carlos Monsiváis recurrió al talento fotográfico de Héctor García para sacar adelante varios proyectos.
Héctor García fue un cronista visual nato. Un fotorreportero eficaz. Un creador de iconos. La curadora del Departamento de fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York, Susan Kismaric, escribió que “las fotografías de Héctor García han servido para definir la historia de su país”. 1 Kismaric tiene razón. Hoy sería imposible entender a la ciudad de México de mediados del siglo pasado sin la mirada de Héctor García. Algunas de sus instantáneas
son parte de la historia visual del México del siglo XX. Entre sus imágenes más conocidas tenemos: Nuestra Señora Sociedad, El niño en el vientre de concreto, Siqueiros, El Coronelazo en Lecumberri, Sus caracolitos, Entre el progreso y el desarrollo y Ojo insólito.
Si, como dice Susan Sontag, “coleccionar fotografías es coleccionar al mundo”, 2 entonces, coleccionar fotografías de Héctor García es coleccionar a México (y, muy especialmente, a la Ciudad de México). Ver la obra de Héctor García es ver a México.
Rafael Barajas El Fisgón