Introducción

MIGUEL COVARRUBIAS

Carlos Monsiváis sentía especial admiración por Miguel Covarrubias, “El Chamaco”. De hecho, en 1973, cuando el escritor contó –según sus propias palabras—, con “las mínimas posibilidades adquisitivas, eso que en rigor se llama entrar en razón”[1], se hizo de algunos dibujos de Covarrubias, en lo que se puede considerar el inicio de su colección. A lo largo de su vida, Monsiváis adquirió más de cien piezas de este artista. La mayoría de estas obras se vincula con la  actividad que desarrolló “El Chamaco” como caricaturista e ilustrador de libros; pero dentro del acervo también hay algunos diseños de vestuario, que tienen que ver con su participación en la renovación de la danza nacional. En su obra suelen entrelazarse diversas disciplinas: el dibujo, la etnología, la música, la antropología y demás. Fue, según lo han señalado varios autores, un “mexicano universal”, un artista del llamado “Renacimiento mexicano”.

Miguel Covarrubias Ducland (Ciudad de México, 22 de noviembre de 1904 – 5 de febrero de 1957) inició su carrera artística en el México posrevolucionario; trabajó como cartógrafo, delineando mapas, en 1920 colaboró en la revista Policromías, en 1923 ilustró el Método de Dibujo de Adolfo Best Maugard y ese mismo se fue a Nueva York a probar fortuna. Su talento llamó la atención de los editores de las grandes revistas de la época y fue contratado por Vanity Fair, el New Yorker y Fortune, entre otras. Su estilo esquemático, lleno de valores abstractos, marcó una época e influenció a caricaturistas tan importantes como Saúl Steinberg y Al Hirschfeld. De sus paseos por el barrio neoyorkino de Harlem nació Negro Drawings (Dibujos de negros), uno de los libros de caricatura más notables de la época y que es considerada por muchos, la obra cumbre de Covarrubias como ilustrador.

Si los viajes ilustran, Covarrubias ilustró sus viajes. Junto con su primera esposa, la afamada bailarina Rosa Covarrubias –primeramente conocida como Rosa Rolando–, El Chamaco le dio dos vueltas al mundo y de ahí nacieron obras como Batouala (1932), La Isla de Bali (1937), y El Sur de México (1947), así como sus obras de carácter antropológico, como El arte indígena de México y Centro América (1957). También hizo ilustraciones para La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe (1938, la 1ª ed. fue de 1852), y Todos los hombres son hermanos de Shui Hu Chuan (1948, escrita originalmente en el siglo XIV). Dentro de su obra destacan las ilustraciones que realizó para reediciones de obras clásicas de la historiografía de México como El descubrimiento y conquista de México, 1517-21 (1942) de Bernal Díaz del Castillo y La Conquista de México (1949) de William Prescott.

Su amigo, el ceriescultor Luis Hidalgo, le puso el sobrenombre de “El Chamaco”, porque Miguel era el más joven del grupo de artistas e intelectuales que se reunían en el restaurante Los Monotes (entre los asistentes a estas tertulias se encontraban José Juan Tablada, Carlos Mérida, Adolfo Best Maugard, Carlos Chávez, José Clemente Orozco, Diego Rivera y Luis Cardoza y Aragón). Covarrubias conservó el apelativo de “El Chamaco” hasta el último día de su vida, por su fresca presencia y sus rasgos juveniles. Miguel era trabajador, carismático y tenía don de gentes por lo que, en donde quiera que fue, trabó amistad con personas de todos los estratos sociales.

Al presentar por primera vez el acervo Covarrubias de la colección Monsiváis, el Museo del Estanquillo rinde un homenaje al ilustrador y  también al escritor-coleccionista.

 

[1] Carlos Monsiváis. “El caricaturista como renacentista”. En: Cuatro miradas – Four visions. Homenaje nacional. México, CONACULTA-INBA, 2005.