Introducción

Desde que se consolidó la industria cinematográfica nacional (en la tercera década del siglo XX), nuestro cine ha sido uno de los principales escaparates de la cultura del humor en México. En especial, en la llamada época de oro del cine mexicanos se produjeron gran cantidad de películas divertidas que lograron la aclamación del público nacional e e internacional y que hoy forman parte importante de nuestro patrimonio cultural.

El cine mexicano consagró a cómicos de la talla de Mario Moreno Cantinflas, Germán Valdés Tin Tan, Joaquín Pardavé y Manuel Medel, entre muchos otros. En la pantalla grande se popularizaron arquetipos tan entrañables como el payo de rancho, el peladito dislálico, el lépero, el lagartijo, el hijo de papi, el pachuco, el inmigrante transculturado y la mujer broncuda. Cintas como Ahí está el detalle (Juan Bustillo Oro, 1940), El gran calavera (Luis Buñuel, 1949) o El esqueleto de la señora Morales (Rogelio A. González, 1960) son consideradas clásicos del cine nacional.

Pocos productos  culturales necesitan reunir tantos talentos como el cine. Para lograr escenas que hagan reír al espectador, se necesita del esfuerzo conjunto de productores, guionistas, actores, escenógrafos, técnicos, directores, camarógrafos y demás. El éxito del cine cómico nacional sería inconcebible sin la participación de una tropa de cómicos de reparto tan geniales como Fernando Soto Mantequilla, Fannie Kaufman Vítola, Óscar Pulido, Armando Soto La Marina el Chicote, Carlos López Chaflán, Héctor Ortega, Rafael Inclán…. la lista es larga.

Este derroche colectivo de talento divertido no sería posible sin la existencia de una cultura de humor que está muy enraizada en la sociedad mexicana, que se remonta a los tiempos de la Colonia y que tiene fuertes lazos con la literatura del Siglo de Oro español y con la narrativa picaresca.

Esta exposición rinde homenaje al cine cómico nacional  y sobre todo a sus grandes protagonistas.

Rafael Barajas Durán.